martes, 25 de agosto de 2009

Panorama de un cuarto, sus afueras y mis adentros

Sobre el escritorio, dos mandarinas y una boleta de mercado a pagar en cuotas.
Sobre el suelo de madera vieja, un par nuevo de zapatos taco aguja.
En mi mano derecha, una cicatriz con ciento noventa y cuatro puntos.
En mis ojos, el libro que leo todas las noches de insomnio.
En mi cuerpo, la fiebre que provoca una injusticia sin leyes, ni incisos, ni remedio.
Sobre la cama, una promesa naranja.
Debajo de la cama, el acta de defunción del amor.
Detrás del sofá, un deseo intentando concretar el suicidio.
En su retrato, mi acta de nacimiento.
En la pared, colgado de un piolín de pocas hebras, un cartel: “Prohibido estacionar” aquí.
En la almohada, el miedo a que, en sus búsquedas, me encuentre buscándolo.
En la biblioteca, una botella de vino tinto, una copa y un manojo de hojas en blanco.
En el jardín, el viento que anuncia la llegada de la lluvia de diciembre.

Tal vez, más allá de los rastros que dejás en mi cuarto, en sus afueras y en mis adentros, ahí estés, dentro de mi placard, completamente nuevo, miedosamente fuerte y seguro y desquiciadamente hermoso.

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