miércoles, 24 de junio de 2009

Gris a zu lado

Te necesito aunque no seas realmente real,
te necesito así, tal como sos, como un dulce collage hecho de papel glasé y recortes de diario,
te necesito inventado, dibujado, escrito.
Te necesito resaltado con marcador verde diferenciándote de las mil y una líneas,
te necesito dentro de mi camiseta extra large,
te necesito en el borde, en el límite que separa tu ausencia de mi ausencia, y que hagas de abrojo,
te necesito en el borde, en el límite que une tu espalda y mis brazos intentando bordear tu dulce contorno, tu espalda.
Te necesito amuleto de la suerte,
te necesito incluido en mi suave lista de ventajas,
sin duda, te necesito los domingos, quizás también, los lunes.
Te necesito radiante de luz en el oscuro sótano de mi dolor,
te necesito desordenado, caótico,
te necesito edulcorante,
te necesito el día más triste del mes de junio,
te necesito seguro, fuerte, despierto, perfumado.
Te necesito en mi ocaso,
te necesito menos gris y más azul.
Te necesito menos dividido y más multiplicado.
Después de todo, creo que simplemente te necesito.
Quiero publicar algo que leí hoy, escrito por alguien muy
especial para mi, una persona a la que quiero y admiro mucho. El texto se llama "Seguridad vial".




"Nunca me interesaron las ciencias exactas. Siempre me parecieron cerradas, impenetrables, imposibles de transpolar, imposibles de interpretar con ellas más que el objetivo que vienen a cumplir.
A pesar de esto, es a la profesora de matemáticas de 7° grado a la que recuerdo con mayor frecuencia, en muchas de mis caminatas diarias.
Se decían, se escuchaban, se murmuraban muchas teorías acerca de esta profesora. Entre el poliladron y el salto al elástico se escapaba alguna cruel etiqueta: “loca”. El terrame terrame decía que había sufrido desgracias impensables para nuestros cortos 12 años. Desgracias que la habían llevado a cargar nuevamente con esa etiqueta: “loca”.
El bebedero contaba que era la docente más exigente, la que más tareas asignaba y así retumbaba en las paredes aquello que ya se había convertido en nombre propio: “Loca”.
Después de muchos años, después de cargar con una mochila de cajas pesadas rotuladas con nombres como: tragedia, desgracia, inconcebible, entre otras; y después de muchos años de cruzar calles recordando su nombre, o mejor dicho, el nombre que el recreo del primario le otorgó; hace un tiempo cuestioné los rumores que los pasillos me hacían llegar: ¿Era realmente ese su nombre? ¿Era “Loca” o la institucionalización de nuestras cabezas no nos permitía ver que en realidad debíamos haberla llamado desde siempre “Cuerda”?
Un día esta docente tuvo el atrevimiento de decir que la calle se cruza cuando el semáforo está en verde. Así fue como la clase de matemáticas se convirtió automáticamente en un complicado debate sobre la seguridad vial y el convencimiento por parte del curso de que la calle se cruzaba cuando el semáforo se encontraba en rojo.
“Se cruza en verde” repetía la docente marcándose a fuego en la frente aquella palabra que le daría nombre en cada recuerdo de esa época. Claro era que no podíamos ver más allá, no podíamos ver que Todo, o Nada, podía ser correcto, que no siempre es una cosa o la otra.
Quizás el terrame terrame tenía razón: ella había atravesado situaciones indescriptibles, pero se equivocaba en algo: eso la había convertido en la docente más cuerda dentro de un colegio de 5 estrellas a la hora de adoctrinar. Ella tenía un don, podía ver más allá de las ecuaciones que tanto trabajo le costaba enseñarnos y creo que es por este motivo que la recuerdo más que a otras docentes.
Siempre se trata del punto de vista desde el cual nos ubiquemos. Entonces: ¿Quién puede decir quién es loco y quién es cuerdo? ¿El semáforo se cruza en verde o en rojo?"
Cynthia Tonelli

domingo, 21 de junio de 2009

Pseudo reconstrucciones

Hace tres días que es domingo y hace tres noches que me enfrento con la dificultosa tarea de reconstruir una imagen, una cara, una mirada. ¿Será, tal vez, que no te miraba lo suficiente? ¿Será la ausencia de miradas la que lleva el peso de la culpa por no poder recordarte? ¿Será ella la primer culpable? ¿O será, quizás, que soy más sensible al tacto? Nunca recuerdo los días con precisión, pero tengo la terrible sensación de que se trataba de un lunes negro, como todos los lunes. Era de noche, no recuerdo que hora marcaba tu reloj de pulsera. Habíamos terminado de comer y apuesto lo que sea a que comimos milanesas o comida china. No sé exactamente cuál fue el camino que nos llevó a tu cama de dos plazas que, por cierto, era tuya, ya no estaba incluida dentro de mi patrimonio. Antes de que el sueño gritara por su victoria, recuerdo haberte echado una mirada: la nariz respingada, ojos negros como tu pelo, las pestañas largas y arquedas y unas piernas que, eso sí, nunca voy a olvidar. Lo último que recuerdo haber mirado con precisión, fue un escudo de racing pintado a mano con preciso cuidado en una de las puertas de tu placard y, a su derecha, un triste poster bastante gastado de Callejeros.
Recuerdo que dormimos placidamente, la dos plazas nos quedaba tan grande que pudimos dormir sin molestarnos. Mientras tanto, la lluvia nos hacía compañía con cada una de sus gotas impactando sobre el precario techito de tu balcón. Tuve la sesación de que llovía como la última vez.
Al otro día desperté en mi habitación, en una cama que sí forma parte de mi patrimonio, no es una maravilla, pero a mi cansancio le cae bastante bien.
Con un poco de esfuerzo, me levanté de la cama y abrí la ventana que daba a la calle. Afuera el sol brillaba como la primera vez, de la misma manera que nace una carcajada después de llorar casi sin poder respirar.

sábado, 13 de junio de 2009

Corrientes y Esmeralda

Y me veo exactamente ahí: en Corrientes, a sólo unos metros de distancia del obelisco. Camino despacio y lento como si estuviera tramitando cada uno de mis pasos. Sé que hace mucho frío. Supongo que será sábado, tal vez sea domingo. El reloj marca las 22.20 hs. Las luces rojas, blancas y verdes adornan la calle. Por fin: mis pasos lentos se detienen en la esquina de Corrientes y Esmeralda. Teatros. Miro fijo la utopía que, créanme, esta vez tomó toda su forma. Entonces, mi estúpida inercia se vio totalmente interrumpida, ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que tus sábanas no me causen ni el más mínimo anhelo? ¿Cómo es posible que de tanto andar y andar, cada vez haga más frío y yo no sienta nada?
Mi adicción se consume mientras veo la multitud paqueta pasear distraída y sonriente. Tal vez algún día pueda encontrar la manera de recordarte. Mientras tanto, hasta la utopía toma forma... y vos estás ahí desvaneciéndote y sin remedio.
Laura, punguear sonrisas finalmente es muy injusto.