jueves, 31 de diciembre de 2009

“A nosotros en este tiempo nos besa la nostalgia,
el corazón se nos agrieta y el amor nos señala
con sus modos singulares.
Comprendemos así que esa extraña esencia (El amor)
puede escaparse desde una lágrima,
de un sollozo pequeñito o de la doliente memoria
de los nuestros.
Para acompañarnos en la patria azul
del ensueño envolviéndonos con fervor
en la hora gris de la alta noche y su misterio.
O en la diáfana mañana, con fragancia de limones y café,
en la que un ave le canta al corazón esas cosas,
que sólo el amor entiende.
Estremeciéndonos el alma llana, al evocar aquellos ojos
que se llevó el mar. Y los muchos sueños
que selló la noche.
Es inevitable que en estas fechas nos roce la pena,
con sus razones varias que hieren el entendimiento.
¡Qué le vamos hacer!
Hijos queridos: en estas fiestas sólo podemos ofrecerles,
pedacitos de pan tierno desde el horno de nuestros corazones”.

Manuel De La Flor.

martes, 29 de diciembre de 2009

La flor y la náusea

Preso a mi clase y a ciertas ropas,
voy de blanco por la calle cenicienta.
Melancolías, mercancías me acechan.
¿Debo seguir hasta la náusea?
¿Puedo, sin armas, rebelarme?

Ojos turbios en el reloj de la tarde:
No, no ha llegado el tiempo de la total justicia,
el tiempo es aún de heces, malos poemas, alucinaciones
y espera.

El tiempo pobre, el poeta pobre
se funden en igual callizo.
En vano intento explicarme, los muros son sordos.
Bajo la piel de las palabras hay cifras y códigos.
El sol consuela a los enfermos y no los renueva.
Las cosas. Qué tristes son las cosas, consideradas sin énfasis.

Vomitar este tedio sobre la ciudad.
Cuarenta años y ningún problema
resuelto, ni siguiera planteado.
Ninguna carta escrita ni recibida.

Todos los hombres vuelven a casa.
Son menos libres pero llevan periódicos
y deletrean el mundo, sabiendo que lo pierden.

Crímenes de la tierra, ¿cómo perdonarlos?
En muchos tomé parte, oculté otros.
Encontré algunos bellos, fueron publicados.
Crímenes suaves, que ayudan a vivir.
Razón diaria del error, distribuida en casa.
Los feroces panaderos del mal.
Los feroces lecheros del mal.

Prender fuego a todo, incluso a mí.
Al joven de 1918 lo llamaban anarquista.
Sin embargo mi odio es lo mejor de mí.
Con él me salvo:
y a casi nadie doy una esperanza mínima.

¡Una flor ha nacido en la calle!
Pasan de lejos, tranvías, autobuses, ríos de acero del tránsito.

Una flor todavía descolorida
engatusa a la policía, rompe el asfalto.
Guarden completo silencio, paralicen los negocios,
les aseguro que ha nacido una flor!

Su color no se percibe.
Sus pétalos no se abren.
Su nombre no está en los libros.
Es fea. Pero es realmente una flor.
Me siento en el suelo de la capital del país a las cinco
de la tarde y lentamente acaricio esta forma insegura.

Del lado de la montaña, nubes espesas van creciendo.
Una lluvia menuda agita el mar como gallina espantada.
Es fea. Pero es una flor. Ha roto el asfalto, el tedio, la náusea y el odio.


Carlos Drummond de Andrade