sábado, 22 de agosto de 2009

Roperos y sobretodos

Entró apurado al cuarto. Prendió la luz. Tenía el ceño fruncido. Estaba agitado. Se detuvo repentinamente y, moviendo de un lado a otro la corbata de rombos grises y negros, echó una mirada al cuarto. Con torpeza se dirigió al ropero. Lo abrió con un gesto brusco y un telón de olor a humedad le envolvió la cara. Se echó hacia atrás moviendo los brazos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba ahuyentando aquel telón. Tomó las camisas y las arrojó al suelo. Luego, las corbatas, los pantalones pinzados, hasta las cajas con fotos y papeles viejos. El ropero quedó vacío y él, completamente inmóvil. Se dejó caer al suelo. Levantó la mirada y gritó; mi sobretodo negro! ¿Dónde está? ¿Dónde estás?! No puedo salir sin él… es miserable! Este mundo es miserable! Se tapó la cara con las manos y lloró. Lloró en un cuarto silencioso lleno de camisas viejas y algunas corbatas nuevas pero sin sobretodo.

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